Después de meses, volvió a escribir. No sabÃa el por qué, pero tenÃa que decirlo antes de no recordar nada. TenÃa la cabeza frÃa al igual que sus sentimientos. Antes le hubiera causado un gran dolor sobre su pecho y sus emociones reprimidas rebozarÃan por su rostro al escribir aquella historia. Ahora no. Distrayendo su cabeza con otras personas se limitó a negar y olvidar volviendo más fácil pasar los dÃas. Para ese momento se habÃa desecho de la mayor parte de lo que consistÃa aquella persona; su perfume floral, la manera dulce de hablar, sus labios color carmesà y lo que representaba su presencia. Solamente notó una silueta en los fotogramas de sus recuerdos, un ente borroso, inerte e inexpresivo. Debido a ello, su escrito iba dedicado a un nombre sin propietario que al decirlo en voz alta no tenÃa sentido. Su pluma se movÃa con gracia sobre el papel como al principio de su carrera, cuando las ideas brotaban sin esfuerzo, generando oraciones que antes no hubiera logrado escribir. Relató sus memorias alteradas y las visiones de sus sueños, describiendo la felicidad efÃmera y el persistente dolor que sintió durante los meses transcurridos.
Ya terminándosele las ideas decidió finalizar su obra, al darse cuenta supo que no sabÃa cómo. Nunca le gustaron las despedidas, finales tristes, ni cerrados y no iba empezar a escribirlos. Decidió contar unas de esas bromas amargas de su viejo repertorio, riéndose del sin sentido mientras terminaba de llenar la página. Con la satisfacción de firmarla, escucho el caer de una hoja y encontró un papel amarillento en el suelo con una caligrafÃa en negro que no conocÃa y una sola palabra. Gracias.
Autor: Ernesto Romero
Editado por: Nicole Maya
Créditos de la imagen: @radacs
Publicada en el año 2018