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La evolución social del séptimo arte

Inolvidables historias románticas, cautivantes argumentos de terror o de acción, desgarradoras producciones basadas en hechos reales. Todos han sido proyectados en una pantalla y han dejado huella en sus espectadores. 


Nadie sabía que la historia del arte se vería marcada a finales del siglo XIX en la sublime ciudad parisina, donde los hermanos Auguste Marie y Louis Jean Lumiere rodarían los 46 segundos de imágenes en blanco y negro moviéndose más prometedores y revolucionarios.


Así, “La salida de los obreros de la fábrica Lumiere” recibió el título de la primera película de la historia, pionera en cine, archivada como la obra que llegó a transformar el marco de las disciplinas estéticas. 

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Pero 128 años de historia no se cuentan solos. Como toda innovación, el cine ha tenido sus etapas y sus evoluciones, especialmente en ámbitos y perspectivas sociales, que le han permitido convertirse en el lucrativo negocio y material de consumo que es hoy.


Y es que una comunidad elaborada en base a seres humanos y caracterizada por su complejidad no puede quedar exenta de influir en una creación artística de esta magnitud, ni siquiera porque la misma haya comenzado ofreciendo producciones cuya duración no sobrepasaba los sesenta segundos. 

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Empiezan los roles de género en la pantalla grande

El libro “Psicología Social de la Comunicación: Aspectos Teóricos y Prácticos (2005)”, de Félix Moral y Juan José Igartua, pone sobre la mesa una definición puntual de “estereotipos”, denominándolos como conjuntos de atributos asignados a un grupo social.


En función de ello, María Rosa Cano Gómez y Ana María Pérez Galán exponen su repercusión en  una sociedad abarrotada de proyectos audiovisuales. 


Ellas determinan que la diferenciación entre lo real y lo ficticio suele desaparecer gracias a estos y que se refuerzan las ideas que las personas sostienen acerca de los hombres y de las mujeres.


Resulta ser que el cine ha contribuido a la implementación de roles de género desde sus instancias más remotas y antiguas. 

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Entrevistamos a Butaca Paradiso, un espacio cultural artístico, acerca del tema para conocer de qué manera empezaron estas divisiones en función de los roles masculinos y femeninos expuestos en las películas más clásicas de Hollywood. 

Ellos nos dijeron lo siguiente: 


"La representación de los hombres en el cine ha sido construida desde la fuerza, la virilidad y el poder. La imagen de la mujer se ha creado en base a estereotipos reforzados por el patriarcado, donde los hombres tienen el protagonismo, controlan las relaciones de ejercicios de poder y dejan a las mujeres en un plano asimétrico". 


Pusieron como ejemplo la producción de 1948 The Red Shoes, de Emeric Pressburger y Michael Powell. 


La misma sigue la vida de Victoria Page, una bailarina de ballet a la que se le exige el esfuerzo máximo para brillar en la temporada. 


Dicho personaje es potencialmente observado, criticado y dominado por entes masculinos: el coreógrafo, el compositor, el director de la compañía, etc. Irónicamente —¿o tal vez instintivamente?—, se convierte también en el objeto de deseo de los mismos. 


"Esto nos puede ayudar a entender que los roles que las mujeres representaban no salían de estos dos polos: sexualidad (mujer fatal, la prostituta) vs. inocencia (la mujer santa, la madre, la acompañante)", comentaron. 


Para reforzar esta idea, la catedrática argentina Pastora Campos menciona en su libro “El cine feminista y el cine de temática femenina” que “En el cine clásico el hombre observa; la mujer es observada, se muestra ante los demás. El hombre actúa, controla los sentimientos, hace que las cosas ocurran; la mujer es un elemento pasivo, decorativo”. 


Todo apunta a que los estrenos del séptimo arte pusieron una balanza de importancia a favor de los hombres para dejar a las mujeres únicamente como objetos de goce y de poca identificación. 

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Pasan los años, cambian las costumbres

La evolución del mundo trajo consigo, entre otras cosas, la transformación del cine. Se pasó de la mudez al sonido, del blanco y negro al color, de los modos rudimentarios de generar magia con las cámaras a efectos digitales enormemente computarizados y —quizá demasiado— acercados a la realidad.


A ello se le sumaron cambios que cualquier intelectual catalogaría como “de forma”. Es decir, modificaciones en las narrativas brindadas al público. 


Charlamos con Donato Zumárraga, fiel seguidor de esta disciplina, sobre las variaciones que ha identificado en cuanto a los roles masculinos y femeninos de las películas que ha observado. 


Él recalcó que el cine actual, a diferencia del clásico, le ha permitido a las mujeres desempeñar papeles menos triviales y cosificados en pantalla, precisamente porque la sociedad misma (en ciertas partes del mundo) ha estado mirándolas desde una óptica más equitativa durante los últimos tiempos. 


Mencionó el caso de Lady Bird del 2017, dirigida por Greta Gerwig, que cuenta la historia de Christine McPherson, una adolescente californiana cuya rebeldía y ansiedad por destacar entre sus conocidos la llevan a descubrir quién es y pone a prueba la relación con Metcalf, su madre. 


La cinta muestra a dicha protagonista como una persona con aspiraciones, con ganas de salir adelante a pesar de sus errores y de las dificultades económicas que caracterizan a su familia, con una sensibilidad que no la hace débil y con un propósito que no recae simplemente en verse bonita. 


En otras palabras, expone la vida de un ser humano y no de un juguete. 


“Es ostensible que, en el presente, la mujer en la sala de los guionistas es escrita no solo como la esposa del protagonista o el interés romántico del protagonista, sino como alguien más real, alguien con deseos, posibilidades y sueños”, explicó. 

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Zumárraga finalizó resaltando que considera que los cambios en los guiones femeninos son positivos porque usar personajes que actúan exclusivamente como estereotipos andantes resulta contraproducente para aquellos que buscan la igualdad de género en vez de aportar en algo a la sociedad.

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Desde una óptica profesional

El séptimo arte aún tiene mucho camino por recorrer, tanto en ámbitos de producción y ejecución como de hilos argumentales. Y es intrigante conocer lo que aficionados y expertos en el campo piensan de ello. 


Conversamos con Paulette Sánchez, graduada en la carrera de Comunicación Audiovisual, sobre sus opiniones en cuanto a lo que se expone en pantalla. 


Ella empezó explicando que lo primero que nota en una película es qué tanto esta relata la realidad y que para evaluar los roles de género, prefiere centrarse en la evolución de los personajes. 


"Esto es algo muy importante porque de ahí parte, en mi opinión, el darle más reconocimiento al hombre o a la mujer según su papel en la historia, no solo por el estereotipo que puede cumplir", mencionó. 


Además, hizo énfasis en los cambios de representación de género que se han dado en esta disciplina y recalcó su impacto positivo, decretando que logra en la audiencia una perspectiva muy necesaria. 


"Esto permite conocer historias no solo interpretadas por mujeres, sino también contadas por ellas, haciendo que artistas femeninas se sientan incluidas en el arte y enriqueciendo los discursos artísticos", dijo. 


No obstante, resaltó la luz negativa del asunto, discutiendo la representación forzada, que en lugar de incluir diversidades sexuales y étnicas en la pantalla grande, implica sumarse a un movimiento social sin investigar a fondo lo que el mismo simboliza. 


"Existen compañías más interesadas en cumplir con su cuota social que en contar historias que representen esa diversidad", explicó. 


A pesar de ello, aclaró que dicho problema se vuelve bastante difuso cuando se gana la oportunidad de abrirle las puertas al mundo a figuras que anteriormente no eran escuchadas, que es lo que, de una forma u otra, se ha venido logrando con el paso de las décadas.  

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Y… ¿ahora qué?

Adivinar qué ocurrirá en los próximos años es imposible, pero pueden darse predicciones valiosas. 


Seguramente, el cine continuará expandiéndose y —en el mejor de los casos— perfeccionándose sin dejar de lado los aspectos económicos que, al ser un negocio, le resultan invariablemente interesantes. 


Cabe destacar que nuestro trabajo alrededor de ello no es tan secundario como podría parecer. 


No estamos en la posición de estorbar el crecimiento de esta empresa —aunque tampoco resultaría necesario hacerlo—. Lo que corre por nuestra cuenta es identificar sus aciertos e impulsarlos. 


La inclusión de las mujeres en el séptimo arte se ha vuelto una agradable realidad y, como Butaca, Zumárraga y Sánchez aportaron, le ha dado ese toque diferente que tan urgentemente se buscaba. 


Es imperativo que se mantenga y se mejore ese logro tratando de no caer en lo absurdo, en lo ofensivo y en lo contradictorio. 


La representación en pantalla grande se ha convertido en un enorme dilema social que difícilmente se resolverá pronto. Es por ello que debemos cumplir con la tarea de reconocer y aplaudir los avances obtenidos y de no apoyar cualquier intento que se salga de los límites del respeto y la justicia. 

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Redactado por Doménica Pozo

Fotografías de Doménica Quintanilla

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