Pasó mucho tiempo debatiéndose lo que sentÃa por ella, quedándose hasta altas horas de la noche pensando en decÃrselo y lo que provocarÃa si su respuesta era sÃ, y el dolor que le causarÃa el no. Entonces ocurrió que la única manera de verla era a través de la pantalla de su computadora. Sintiendo un dolor que crecÃa en cada llamada por no estar junto a ella, para abrazarla desesperadamente por todo ese tiempo lejos de su ser. Escuchaba su risa y su dulce voz salir por los auriculares, que de tantas horas de ser usados creaban un dolor punzante en los oÃdos y que de vez en cuando tenÃa que moverlos para que sonaran bien. Se pasaban las horas hablando de las cosas triviales de su dÃa o solamente escuchándose respirar al estar muy ocupados, con la única interrupción de los halagos mediocres, dirigidos hacia esa joven en la pantalla y que solamente le provocaban una sonrisa.
Créditos de imagen: @myeong-minho
Publicada em el 2017.
Hubo noches que de las llamadas en la computadora pasaban al celular, y que al estar cada uno en su cama viéndose a través de una pantalla más pequeña se contaban los problemas y anhelos que tenÃan. Era en esas noches que al verla con esa melena castaña y rizada, arropada hasta los labios, con esos ojos oscuros adormilados, pensaba que podÃa tocarla y sus sentimientos reprimidos por la indecisión le oprimÃan el pecho. Era en esas noches que querÃa confesar su amor, pero a pesar de lo que sentÃa no podÃa decirlo, a pesar de ese sentimiento que provocaba un debate entre la razón y el corazón no podÃa decirlo. Asà que disfrutaba de la visión que la cámara le podÃa ofrecer y el sonido de su respiración que el micrófono le permitÃa escuchar. Se quedaba viéndola dormir hasta que su propio cansancio lo vencÃa y el último pensamiento de la noche aparecÃa diciéndole que aquella joven que veÃa era la única que él querÃa.
Autor: Ernesto Romero
Editado por: Nicole Maya